Hábitos alimentarios y salud del corazón

Los alimentos ricos en sal, azúcar y grasas saturadas perjudican el buen funcionamiento del organismo

Varios hallazgos en la literatura médica muestran la relación entre aparición de enfermedades crónicas, incluidas las enfermedades cardiovasculares, con hábitos alimentarios inadecuados. Esos hábitos son considerados un riesgo inminente para la salud, en la medida en que el consumo elevado de alimentos procesados ​​ultraprocesados ​​-ricos en azúcar, sal y grasas saturadas-, combinado con el bajo consumo de fibra y nutrientes, perjudica el buen funcionamiento del organismo. La práctica de los hábitos alimentarios saludables, de forma equilibrada, fraccionada, variada y exclusiva a las necesidades individuales, puede ser determinante para reducir los factores de riesgo. Para ello, debe estar asociado a la actividad física, el control de enfermedades preestablecidas y la promoción de mantener un peso saludable, lo que impactará en la reducción altos niveles de colesterol total, colesterol LDL y triglicéridos.
Para la profesora Luiza Carla Vidigal Castro, coordinadora de la carrera de Nutrición y del Laboratorio de Técnica Dietética de la Universidad Federal de Viçosa (UFV), en Minas Gerais, adoptar hábitos alimentarios saludables es una de las principales estrategias para reducir los factores de riesgo y prevenir enfermedades. “Una nutrición adecuada va más allá de la ingesta de productos con alto valor nutricional. Es necesario atender a los hábitos y prácticas alimentarias regionales y culturales, optando por alimentos provenientes del cultivo sustentable y valorando los alimentos agroecológicos y orgánicos”, enseña. Además, debe ser permanente y equitativo en cantidad y calidad para las diferentes etapas de la vida, a fin de contribuir a la reducción de las enfermedades en general y no solo las cardiovasculares.
Varios estudios han demostrado que los cambios en la composición de los lípidos pueden promover cambios en los niveles de colesterol sérico cuando la dieta no es adecuada. Sin embargo, ciertos componentes nutricionales tienden a cambiar este panorama y promover la salud. “Se necesita equilibrio y buenas elecciones, como reducir la ingesta de azúcares y carbohidratos simples; evitar jugos de frutas concentrados, incluso sin azúcar agregada, ya que son ricos en fructosa, cuyo metabolismo aumenta la producción de VLDL; aumentar el consumo de frutas y verduras, fuentes de fibra y compuestos antioxidantes; reemplazar parcialmente las grasas saturadas por monoinsaturadas (aceite de oliva, nueces, castañas) y poliinsaturadas (especialmente omega 3); aumentar el consumo de fibras solubles y reducir el consumo de bebidas alcohólicas”, enumera la profesora Luiza Carla Vidigal Castro. Por otro lado, el alto consumo de alimentos procesados ​​y ultraprocesados ​​-éstos últimos habitualmente ricos en azúcar, sal y grasas saturadas- está asociado al sobrepeso, la obesidad y la dislipemia.
La Guía de Alimentos para la Población Brasileña divide los alimentos en cuatro categorías por nivel de procesamiento: in natura y mínimamente procesados; productos tomados de alimentos in natura o naturales y utilizados para condimentar y cocinar; procesados, que han pasado por un método de preparación para prolongar su vida útil; productos ultraprocesados, cuya fabricación implica técnicas de producción e ingredientes de uso exclusivamente industrial. Para la profesora Luiza Carla Vidigal Castro, a partir de estas categorías es posible crear platos más saludables. “Durante la preparación de las comidas, lo importante es que, al utilizar alimentos frescos, mínimamente procesados ​​o procesados, los ingredientes culinarios de categoría 2 se administren con moderación. De lo contrario, también pueden tener un efecto negativo sobre la salud cardiovascular”, advierte.
La ciencia de la nutrición ha demostrado la importancia de una buena nutrición y alerta sobre los modismos en cuanto a alimentos o dietas. “Cuando no hay evidencia científica de los beneficios reales de ciertos alimentos, desconfía. Reducir las calorías, sustituir alimentos por suplementos y seguir recetas radicales sin orientación profesional puede causar deficiencias nutricionales”, orienta la profesora Viviane Sahade, coordinadora del Ambulatorio de Nutrición y Cardiopatía del Hospital das Clínicas de la Universidad Federal de Bahía (HC-UFBA). Entre otras afirmaciones con poca evidencia está el aceite de coco, que ha sido promocionado como una fuente de beneficios para el corazón. Recientemente, se publicó una revisión sistemática y un metanálisis en la revista Circulation sobre los beneficios reales del aceite de coco en el perfil de lípidos, el peso, la glucosa en sangre y la inflamación, en comparación con otros aceites vegetales. Los autores evaluaron 16 artículos científicos y concluyeron que el aceite de coco aumenta los niveles de LDL y HDL, y no hubo cambios en el peso, la glucosa en sangre y los marcadores inflamatorios. Según los resultados, el uso diario de este aceite está contraindicado, ya que el daño supera el pequeño beneficio observado.

Alimentación cardioprotectora

Recientemente, el primer estudio brasileño que involucró dieta y pacientes con enfermedades del corazón fue publicado en la revista American Heart – Brazilian Cardioprotective Nutritional Program (BALANCE), un ensayo clínico aleatorizado, multicéntrico y nacional. El objetivo principal fue evaluar la efectividad de implementar un programa nutricional sobre eventos cardiovasculares y muerte en pacientes con enfermedad cardiovascular establecida. El proyecto fue apoyado por el Ministerio de Salud y coordinado por el Hospital do Coração (HCor), en São Paulo. Del 5 de marzo de 2013 al 7 de abril de 2015, 2534 pacientes elegibles fueron asignados aleatoriamente al grupo del programa BALANCE (n = 1266) o al grupo de control (n = 1268) y se les dio seguimiento durante una mediana de 3,5 años. Después de tres años de seguimiento, el Programa BALANCE demostró una mejor adherencia a una dieta saludable por parte de los pacientes. No hubo efecto significativo en la incidencia de eventos cardiovasculares o muerte.
“Durante el estudio, aunque no observamos diferencias estadísticas en relación con la mortalidad, la mejora de los parámetros bioquímicos o el peso, encontramos que los pacientes que utilizaron la dieta propuesta mostraron una mejor adherencia al tratamiento en comparación con los que no lo hicieron, así como la frecuencia. de consultas, conciencia de las elecciones nutricionales y el placer de comer mejor”, observa la nutricionista Viviane Sahade, una de las coordinadoras del estudio. La dieta cardioprotectora, indicada para la promoción de la salud y la prevención de los factores de riesgo, puede ser adoptada por cualquier individuo, pero está especialmente indicada para aquellos con sobrepeso u obesidad, diabetes, hipertensión arterial, colesterol y triglicéridos elevados, antecedentes de infarto, cirugía cardíaca. o accidente cerebrovascular.
En línea con las recomendaciones de la Guía Brasileña de Alimentos, BALANCE proporciona pautas para alimentos in natura, mínimamente procesados ​​y procesados. “En la práctica, la distribución de alimentos en el plato de comidas sigue la misma lógica que la bandera brasileña: la mayor área debe ser ocupada por alimentos del grupo Verde (verduras, frutas, verduras, legumbres, leche y yogures descremados), seguido de los grupos Amarillo (panes, cereales, tubérculos cocidos, harinas, oleaginosas, aceites vegetales y miel) y Azul (proteínas, mantequilla, dulces caseros). El grupo Rojo, que corresponde a productos ultraprocesados, debe ser expresamente evitado”, orienta la profesora Viviane Sahade. Relevante para la salud pública, el Manual de Alimentación Cardioprotectora ha sido difundido por el Ministerio de Salud y ampliamente utilizado en la atención en centros de nutrición, clínicas y hospitales. El archivo está disponible para descargar en http://bvsms.saude.gov.br/bvs/publicacoes/alimentacao_cardioprotetora.pdf.

La microbiota como aliada

La enfermedad cardiovascular está relacionada con factores metabólicos y la intervención probiótica puede ayudar

Diversos estudios han señalado la posibilidad de prevenir y tratar enfermedades cardiometabólicas a partir de la microbiota intestinal, y los prometedores resultados en la literatura brindan una interesante perspectiva de futuro para la prevención del riesgo de desarrollar estas enfermedades. Los hallazgos clave de la última década sugieren cómo el ecosistema microbiano intestinal interactúa con los procesos metabólicos del huésped y cómo estas interacciones metabólicas están vinculadas a la salud y la enfermedad. Gracias a los últimos descubrimientos, los científicos empiezan a comprender que es el equilibrio de este ecosistema intestinal microscópico el que crea un entorno protector contra estas enfermedades. Aunque la comprensión de los mecanismos de acción aún no está clara, la investigación muestra que la manipulación de la microbiota intestinal y el sistema inmunológico con el uso de probióticos y prebióticos puede beneficiar el metabolismo humano.

En el artículo ‘Intestinal Microbiota in Cardiovascular Health and Disease’, publicado en 2019 en el Journal of the American College of Cardiology, el profesor doctor de medicina del Cleveland Clinic Lerner College of Medicine at CWRU, Wai Hong Wilson Tang, director de investigación en el Department of Cardiovascular Medicine – Heart and Vascular Institute, de Cleveland Clinic, en Ohio, en Estados Unidos, afirma que los nuevos descubrimientos están creando excelentes oportunidades para el desarrollo de estrategias terapéuticas que actúen sobre el microbioma intestinal para la prevención y tratamiento de enfermedades cardiovasculares. “Hace tiempo que reconocemos el importante papel de la dieta en la salud y la enfermedad, pero ha habido una comprensión limitada de cómo estos procesos pueden detectarse y cuantificarse de manera que podamos establecerlos”, argumenta.
El profesor Wai Hong Wilson Tang señala que con la capacidad de reconocer e identificar metabolitos microbianos o nutrientes en la dieta y comprender sus implicaciones para las vías que promueven o previenen la progresión de la enfermedad cardiovascular, existe una oportunidad única para aprender sobre estos procesos y aclarar el papel potencial de estos metabolitos como biomarcadores para guiar la terapia o dirigirse específicamente a las intervenciones dietéticas o farmacológicas. “El ecosistema microbiano dentro de nuestros cuerpos es muy complejo y va más allá de la presencia o ausencia de patógenos microbianos en enfermedades infecciosas. En realidad, el mantenimiento del equilibrio interno depende más de lo que se procesa y produce a partir de los nutrientes que provienen de nuestra dieta y de las interacciones entre estos y los huéspedes humanos. Así, la disbiosis puede ser considerada solo uno de los componentes, pero el más importante sigue siendo la producción funcional que pueden presentar esas interacciones alteradas”, enfatiza. Si bien es un desafío comprender estos procesos, tienen un potencial importante, ya que pueden cuantificarse una vez que se descubren sus vías metabólicas y se pueden desarrollar estrategias para incluirlos, como intervenciones nutricionales o alteraciones de enzimas microbianas que producen metabolitos patógenos generados por estos microorganismos.

“En nuestra revisión, brindamos algunos ejemplos de intervenciones, como la ingesta de fibras dietéticas para aumentar la producción de ácidos grasos de cadena corta (acetato, butirato, propionato) que afectan procesos inflamatorios, metabólicos e incluso vasculares”, detalla. El grupo del profesor Wai Hong Wilson Tang también revisó ampliamente las vías de la trimetilamina (TMA/TMAO) vinculadas al metabolismo de la fosfatidilcolina/colina y la carnitina de la dieta que se han asociado con la aterogénesis, la fibrosis y la disfunción de órganos diana; el potencial para la modulación de la dieta, como una reducción en el consumo de carne roja; y el direccionamiento microbiano de la trimetilamina (TMA-liasa) para reducir la producción de TMA y mitigar estas consecuencias adversas.

El profesor Douglas Xavier dos Santos, del curso de educación superior en Nutrición de la Faculdade de Ensino Superior do Interior Paulista (FAIP), en Marília (São Paulo), agrega que ya hay evidencias de que la dieta, la inflamación, la resistencia a la insulina y el riesgo cardiometabólico están mediados por bacterias intestinales, y muchos estudios en la literatura demuestran que el proceso de disbiosis intestinal puede empeorar la inflamación subclínica que induce diabetes mellitus tipo 2, dislipidemia, resistencia a la insulina y obesidad, factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares. “El proceso de disbiosis puede establecer una nueva proporción entre los filos Firmicutes y Bacteroidetes en la microbiota intestinal de individuos obesos. Además, la disbiosis induce la pérdida de las funciones normales proporcionadas por una microbiota comensal beneficiosa”, destaca. En el intestino sano, Bacteroidetes y Firmicutes representan la mayoría de las especies bacterianas totales y esta relación es una estimación de la salud intestinal.
Este fenómeno puede inducir endotoxemia metabólica, cuadro clínico asociado a la presencia de lipopolisacárido plasmático (LPS) (endotoxina presente en la membrana celular externa de las bacterias gramnegativas) del intestino a la circulación en un ambiente proinflamatorio y oxidativo, debido a la disfunción de la barrera intestinal. “Una dieta rica en ácidos grasos saturados puede influir aún más en el proceso de disbiosis, elevando los niveles de lípidos hepáticos, LPS circulantes y disfunción de la barrera intestinal. Así, la presencia de esa endotoxina resulta en el empeoramiento de la patogenicidad de las enfermedades metabólicas crónicas y del proceso de inflamación subclínica que induce esas enfermedades”, agrega el profesor de la FAIP. La prevención del proceso de disbiosis y el mantenimiento de la función de barrera epitelial intestinal son vitales para la prevención de trastornos metabólicos y endotoxemia metabólica.

Probióticos y prebióticos como auxiliares

La literatura presenta varios estudios utilizando modelos in vitro e in vivo que apoyan la hipótesis de que los probióticos y/o prebióticos pueden reducir los factores de riesgo cardiovascular. Se han propuesto algunos mecanismos de acción para explicar la inhibición de la absorción de colesterol en el tracto gastrointestinal, tales como la asimilación y/o incorporación de la molécula de colesterol por parte de las células bacterianas; supresión de la reabsorción de ácidos biliares, mediada por hidrolasa de sales biliares; liberación de enzimas que catalizan la desconjugación de sales de ácidos biliares; coprecipitación de colesterol con sales biliares desconjugadas; conversión de colesterol a coprostanol; y síntesis de ácidos grasos de cadena corta. Para el profesor Douglas Xavier dos Santos, autor del artículo ‘Impacto de los probióticos y prebióticos en el síndrome metabólico’, aunque se han propuesto varios mecanismos para explicar los beneficios de los microorganismos probióticos en la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles, la especificidad de la cepa y el momento de la administración son aspectos importantes que deben ser considerados en relación a los efectos de los probióticos y sus mecanismos de acción.
Además, se debe considerar la estructura química de los compuestos prebióticos para la modulación del microbioma intestinal. “Hay varios estudios que demuestran que la modulación beneficiosa de la microbiota y el sistema inmunitario mediante la ingesta de simbióticos puede mejorar los parámetros asociados con las enfermedades cardiometabólicas. En este contexto, se deben realizar estudios clínicos aleatorizados, controlados con placebo, utilizando un gran número de individuos, para aclarar la efectividad de los simbióticos en la protección cardiometabólica, apoyando su uso en la práctica clínica”, evalúa. Algunos factores a dilucidar incluyen la cantidad mínima necesaria para obtener efectos beneficiosos, la duración del efecto, la dosis consumida y contraindicaciones. Los estudios del profesor sugieren que la presencia de probióticos y prebióticos en una mousse dietética simbiótica no afectó significativamente los parámetros evaluados después de ocho semanas de intervención en voluntarios con síndrome metabólico, pero es necesario considerar algunas limitaciones, como la duración y el tamaño de la muestra. Para el profesor, serían necesarias intervenciones a largo plazo con un mayor número de voluntarios para confirmar los efectos del producto simbiótico sobre parámetros bioquímicos, hematológicos, inflamatorios e inmunológicos.

FUENTE: REVISTA SUPER SAUDAVEL
EDICIÓN Nª 86 PÁG 10 – 14
ABRIL/JUNIO 2020

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